Microrrelatos - Miscelánea de letras - Belleza y gente Belleza y gente

Microrrelatos - Miscelánea de letras

 Una dosis de microrrelatos, 

miscelánea de palabras




Una muestra de frascos donde se almacenan fobias para aliviar males. (Fuente: Pexels / Pixabay)



Microrrelato

El vendedor de fobias

 

     Para los feos, para los guapos, para los ricos y con talento. Para los que tienen una venda en los ojos, para los avariciosos, para aquellos que corren y dejan su vida atrás. Para los que quieren llenarla de cosas nuevas, tengo el mejor elixir de todos los tiempos. Fobias de todas las clases, tamaños, colores y formas. Las tengo a montones, duplicadas, intensas y leves. Son fáciles de usar, cómodas y baratas replica el vendedor que intenta disfrazar la mentira con una sonrisa falsa . ¡Todo es posible con este elixir! señala el frasco traslúcido dejando ver el contenido interior. Lo agita y bebe unas gotas.

¡Qué bien me siento! Libérense de las penas grita eufórico No hay nada como sentirse libre, feliz y dichoso.

¿Y qué tiene en su interior? pregunta uno de los transeúntes.

Pócimas fabricadas por mí. Desde que fui niño mi padre me adiestró en ser buena persona, hacer la vida fácil a los demás, y llevar una vida sencilla y ágil, en definitiva; ser yo mismo. Hay que ayudar al prójimo. ¿Por qué cree que hago esto? le indica a su víctima.

     El hombre sonríe casi rozando el frenesí, introduce la mano en el bolsillo y saca un billete de cincuenta euros.

Deme treinta frascos.

     El vendedor sonríe, le entrega la mercancía y espera verle tomar unas gotas del brebaje.

¿A qué espera? le insiste. El comprador se marcha con la duda.

     Dos meses más tarde vuelve y le dice Usted me vendió hace dos meses unos frascos de un brebaje maravilloso y desde entonces mi vida ha dado un giro, no soy el mismo de antes. Tengo fobia a la noche. A los ruidos extremos, a los insectos… me ha hecho un desgraciado.

Y que importa. Nadie te dijo que compraras. De todas formas tengo otro frasco para quitarte esas fobias le contesta el mercader mientras le mira complaciente devolviéndole el cambio.





El todopoderoso un microrrelato reflexivo (Fuente: Didgeman / Pixabay)


 

Microrrelato

El todopoderoso

 

     Tres minutos después de haber introducido el científico el gen en la piel del clon, le llevó a sentirse eufórico por el éxito. Los gestos del clon similares al de un niño recién nacido hizo retroceder al científico que lo observaba desde la cámara del laboratorio.

—¿Y esto es todo? —dijo el todopoderoso.

—Tantos años luchando por conseguir un estado digno, con personas capaces de trabajar sin descanso. Diseñando cuerpos que resistan cualquier calamidad, y ahora quieres deshacerte de mí porque consideras que no estoy a la altura de tus planes —dijo el científico.

     El todopoderoso levantó la mano, abriéndose un portón del cual salieron dos corpulentos guardianes que asieron al científico que no dejaba de gritar que podía dar con la solución, que solo era cuestión de cambiar un gen por otro, que había que hacer pruebas, que nada estaba tirado por la borda. El todopoderoso no le escuchó.

     El silencio dejó paso a la voz del todopoderoso.

—Tráiganme otro —vociferó con ironía.

     Al llegar lo recibió con honores explicándole lo que quería con detenimiento. Una sociedad capaz de responder ante su líder, sin importar el nivel de degeneración, ni la oportunidad de poder decidir libremente.

—¡Lo quiero ya! —exige el todopoderoso.

—Sabe señor — le dice —Dios no permitiría cosas de este tipo. En mi mundo, personas como usted acabaron exterminándolo.

     Sus palabras enfurecieron al todopoderoso. El nuevo científico, al ver su actitud, metió la mano en el bolsillo del pantalón y sacó dos dados.

—¿Jugamos? Si saca el número exacto, procedo —le dijo.

     No dudó el todopoderoso. Desde entonces están jugando a los dados, a la espera que el número exacto le dé la solución de cómo seguir dominando en sus sueños a los títeres.




Cuando hay una crisis de identidad, todo se vuelve más complicado. (Fuente: Geralt / Pixabay)

 


Microrrelato

Crisis de identidad

 

     Se miró al espejo y no vio reflejada su imagen. Sabía que estaba muerto, que no podía hacer nada, que su andadura por la tierra estaba sumida a mordeduras nocturnas y que debía cambiar de población cada cierto tiempo para no ser descubierto. Años de experiencia y trabajo le llevó a un callejón sin salida. El agobio por falta de víctimas sanas le desembocó a ser intolerante a la lactosa y fructosa, azúcares que se dispersan en la sangre de sus víctimas, por lo que tuvo que replantearse seriamente su nueva vida. Desde entonces utiliza sucedáneos, como puré de tomate, kétchup, y otras aparentes sangres teñidas de tinte que esparce en el cuello de las personas que van a ser atacadas, para no perder el simbolismo de su mordedura ni la inmortalidad.


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